Nos ha encantado la casa. Muy pequeña, pero todo perfecto. La amabilidad de Teresa, insuperable. Estuvo atenta a todo lo que nos hizo falta, y nos regaló un licor de membrillo que aún tengo que probar. Las mandarinas... dulcísimas. En invierno, con el aire acondicionado de la planta superior y la estufa de la inferior es suficiente. Habrá que probar a volver en verano, para bañarnos en las aguas (gélidas) de arroyo que pasa a su lado.