Una excursión de un día en furgoneta por las carreteras secundarias de la costa vasca, visitando ciudades históricas y paisajes naturales únicos, hasta llegar a la ciudad más cosmopolita del País Vasco. La carretera tiene curvas (algunas) pero habrá muchas paradas para respirar el aire del mar y contemplar el horizonte.

El filósofo francés Jean-Jacques Rousseau escribió: «Gernika es la ciudad más feliz del mundo. Sus asuntos son gobernados por una junta de campesinos que se reúne bajo un roble y siempre toma las decisiones más justas». Y aquí vamos, a la ciudad bombardeada por aviones nazis en 1937 que inspiró una de las pinturas más conocidas del mundo, el «Guernica» de Picasso, del tamaño de un mural. Visitaremos la ciudad y, por supuesto, el árbol bajo el cual (esperamos) se toman las «decisiones más justas».

Memoriza este nombre: 'Urdaibai' e intenta pronunciarlo bien (no es fácil, lo sabemos) porque no lo olvidarás. Declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, Urdaibai es un gran estuario en el que se unen montañas, ríos, el mar y grandes extensiones de arena. Dependiendo de la marea y la hora del día, el paisaje (y las decenas de aves que lo habitan) puede ser radicalmente diferente. También haremos una parada en Mundaka, un punto de moda en las rutas de «surfaris» del mundo: su playa tiene una de las olas más (posiblemente las más) perfectas del planeta, con un descanso a la izquierda.

Algunos lo llaman «Rocadragón», pero su nombre es San Juan de Gaztelugatxe, un islote conectado al suelo por una línea de 241 escalones y coronado por una ermita. Gaztelugatxe se hizo muy famoso tras aparecer en la serie Juegos de Tronos disfrazado de Dragonstone: aunque el «castillo» es un efecto generado por ordenador, todo lo demás (acantilados vertiginosos, rocas afiladas, bandadas de pájaros, el ruido del mar…) es rabiosamente real.

Los bilbaínos siempre han afirmado que su ciudad era la capital del mundo. Cuando el museo Guggenheim abrió sus puertas en 1997, esa profecía se hizo realidad y el edificio se convirtió en un fenómeno arquitectónico cuya influencia se ha extendido al resto de la ciudad. Los bilbaínos dicen que el museo es en realidad la «caseta del perro» de Puppy, la icónica estatua que te da la bienvenida en la entrada (modo irónico vasco activado). Conoceremos el edificio y sus principales obras de arte contemporáneo.