Es fácil identificar la Acrópolis, la “roca sagrada” de Atenas, desde el aire y desde varios puntos de la ciudad seguramente la reconocerás por las ilustraciones en tus libros de historia. En todo el mundo es un símbolo de la era dorada de la antigua civilización griega. Aquí encontrarás las ruinas de templos dóricos y otras obras de arte arquitectónicas, así como los restos de esculturas y bajorrelieves del siglo V antes de Cristo.
Lo primero que verás serán los Propileos, el monumental edificio de entrada color gris y blanco que lleva a la Acrópolis. Aquí solían estar los guardias que protegían esta área sagrada dedicada a Atenea, la diosa patrona de la antigua Atenas. A los esclavos, fugitivos y otras personas "indeseables" se les prohibía el paso en este punto, para evitar que buscaran la protección de los dioses en el santuario interior.
Si aprecias la historia, el arte y la narrativa, podrás pasar sin dificultad todo un día contemplando las diferentes áreas de la Acrópolis. Asegúrate de traer bastante agua para beber y usar zapatos cómodos, ya que es probable que camines colina arriba bajo los rayos del sol por lo menos durante una parte del día. Algunas de las atracciones que debes ver incluyen el Templo de Atenea Nique, el Partenón y el nuevo Museo de la Acrópolis.
Cuando estés listo para el almuerzo, camina por los caminos flanqueados de árboles y relájate en las bancas del parque que rodea al sitio arqueológico principal. Ahí podrás encontrar refrigerios, aunque es más económico comprar algunos alimentos y agua en las tiendas cercanas. Siempre podrás encontrar a un guía junto a la taquilla que puede darte un tour a cambio de una tarifa adicional. También puedes comprar una guía impresa y realizar tú mismo el recorrido.
La Acrópolis se eleva en el centro de la ciudad y puedes llegar a ella en transporte público. La cuota de admisión cubre todas las estructuras del sitio arqueológico y éste abre todos los días. Llega temprano para evitar el calor del verano y las multitudes que vienen durante todo el año.